Éste es el testimonio de Mercedes Rodríguez Martín, de la ciudad de Mérida, Yucatán, ciudad que es la sede de nuestra Unión. Ella nos cuenta cómo se convirtió a Jesús y encontró al pueblo de Dios en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
En noviembre de 2001, fueron dos personas a la guardería donde trabajo y ofrecieron a la directora algunas conferencias para el personal y los padres de familia. La directora aceptó y se nos convocó a todos a asistir.
Estuve sentada en la primera fila. Al terminar la plática, se presentó un libro llamado "Hijos Triunfadores". El material me pareció interesante y lo solicité. Así inicié las compras de diferentes libros como "Sin reservas", "Palabras de vida del gran Maestro", y otros. En diciembre de ese año, recibí como obsequio un libro de meditaciones matinales para jóvenes. Los libros fueron de gran utilidad para mi trabajo, porque utilizando el libro "Hijos Triunfadores", di un taller a los padres de familia de otra guardería.
Las conferencias en la guardería donde trabajo se daban una o dos veces al año y trataba de asistir a todas. Normalmente estaba interesada en los libros, y me parecían agradables las personas que los presentaban. Un día, mientras las dos instructoras esperaban a mi directora, entablé plática con ellas. Viendo su tranquilidad y eterna sonrisa, les pregunté: "¿Verdad que ustedes no son católicas?" Su respuesta fue: "¿Por qué?" A lo que yo dije, "Conozco a muchos católicos y no son así; siempre están apurados o molestos". "¡Es cierto! Soy adventista del séptimo día", concluyó. Yo nunca había oído hablar de ellos. En eso, las recibió la directora y ahí terminó la conversación.
Las conferencias siguieron dándose. En diciembre de 2003, se ofreció la conferencia sobre "Calidad en el servicio" y, como siempre, al final me acerqué a saludar. Ese día recibí una pregunta: "¿Cómo está? No se le ve bien". Era cierto; mi matrimonio estaba pasando por una etapa muy difícil. Hicimos una cita para platicar al día siguiente. Me impresionó lo apretado de su agenda y la forma como tuvo que manejarla para encontrar un espacio para mí. Al día siguiente se presentó a verme; hablamos largo rato. Se despidió dejándome un ejemplar de "El Deseado de Todas las Gentes", y haciendo una oración por mí y mi familia.
Empezamos a platicar de la Biblia en enero de 2004 y Martha Canché, una de aquellas conferencistas, me invitó a oírla predicar en su iglesia en el mes de marzo de ese año. Ese día escuché un sermón al que le he llamado, "A Dios le gustan los libros". Me agradó la gente,un grupo de unas 25 personas que se reunían allí. Me invitaron a seguir asistiendo, lo cual hice con mucho gusto. Observé su manera de vestir, el que no usaran alhajas ni cosméticos, y Martha me explicó de una manera sencilla acerca de la reverencia y la dedicación a Dios.
Desde antes de conocer esta Iglesia Adventista del Séptimo Día, yo era participante asidua a las actividades de la Iglesia Católica. Trabajé desde los 17 años con grupos de niños y jóvenes con diferentes cargos y me consideraba una católica devota y convencida de lo que creía y de que estaba en lo correcto. Para mí fue asombroso leer los diez mandamientos como los establece la Biblia, en especial la doctrina del sábado que encontré en la Iglesia Adventista. En ese momento no acepté de manera explícita esa doctrina. Coincidentemente, ése fue el último sábado que mi asistente del hogar trabajó. A petición suya, modificamos sus días de trabajo de lunes a viernes.
Por mi parte, empecé a asistir los domingos y miércoles y empezaron las preguntas de los hermanos “¿Por qué no te bautizas?, ¿qué te impide bautizarte?” A lo que yo respondía: “Soy católica. Me gusta estudiar la Biblia pero no quiero ser parte de esta organización”
Mi familia es católica de todas sus generaciones, nadie se ha salido de la iglesia y no aprobaron mi asistencia al templo adventista. Mi madre me presiona mucho para alejarme de los “protestantes”. Por mucho tiempo sentí presión por parte de ambos grupos. Sin embargo, yo seguí estudiando la escuela sabática y mi hija asistiendo al Club de Aventureros. Al principio conté con el apoyo de mi esposo, pero con muchas reservas seguíamos asistiendo a misa los domingos y la niña al catecismo y los sábados con los Adventistas. Así nos mantuvimos como un año, hasta que decidí entrar a una organización juvenil llamada Club de Guías Mayores. Sabía que para investirse era necesario ser bautizado, así que yo decidí que estudiaría los requisitos de la tarjeta y que mi investidura sería con Jesús en el cielo, porque no iba a bautizarme.
Asistí a campañas evangelísticas, conciertos y congresos acompañando a Martha Canché. los temas de salud y parecieron muy interesantes. Recuerdo que en el 2007 asistí al Multicongreso en el campamento “El Trébol” presentando a los Drs. Dullac, esa actividad me entusiasmó. Martha Canché fue nombrada presidenta del club de laicos del Distrito Mérida 61 y me volví su acompañante en las visitas a las iglesias del distrito. Llegué a conocer la ubicación de todas las iglesias y en todas también llegaron a conocerme.
Olvidaba mencionar que me hice vegetariana durante este tiempo. Dejé de usar maquillaje y también dejé el café y los refrescos de cola. Lo único que me hacía distinta eran mis grandes arracadas (recuerdo de familia) y que los domingos tenía que dejar temprano las actividades del Club de Guías Mayores para correr a misa. Y quizá así hubiera continuado de no haber sido por 2 sucesos.
Primero, el Ptr. Eder Roblero invitó a mi hija a bautizarse. Ella dijo que no, pues estaba preparándose para la primera comunión. Pero a mediados de febrero decidió que si se bautizaría. Yo decidí apoyarla, aún en contra de mi esposo. En ese entonces, él había tenido un accidente automovilístico y yo sentía un gran conflicto porque lo debían operar y yo no tenía más permisos de inasistencia en el trabajo. Así que oré y puse el caso en manos de Dios. Le pedí que lo resolviera y yo me encargaría de su obra. Y mi Dios, que es el Dios de lo imposible, lo resolvió mucho más allá de lo que yo esperaba.
Asistí a misa por última vez el domingo 24 de febrero. El 29 de febrero llené mi voto bautismal y me bauticé en la Iglesia Adventista junto con mi hija el 1º de marzo de 2008. Espero servir a Dios y cumplir mi promesa todos los días de mi vida.
Es por eso que, cuando miro atrás, me digo: ¡Hasta dónde te puede llevar un libro!