martes, 26 de abril de 2011

Una mirada a los voluntarios del camporee de conquistadores


Profesor Efraín Roblero, uno de los cientos de voluntarios que colaboraron en las tareas del Camporee de Conquistadores en la ciudad de México. En el cuello, Roblero trae muchos gafetes que ayudó a preparar para los delegados.


Carlos Roblero, de la Misión Altos de Chiapas, en el comedor de los voluntarios a punto de tomar la cena. Carlos colaboró en la seguridad durante el camporee.


Eliseo Sánchez, Benjamín Salgado y Kepler Vela, de la Iglesia Adventista Santana, en el Estado de México, Unión Central.


Úrsula Sors, asistente del Director de los Ministerios Juveniles de la Unión del Sur, coordinando y trabajando a la vez con otros voluntarios.


Carlos Roblero es un profesor en el Distrito Lagos de Montebello, Chiapas, que apoya a la Iglesia Adventista de Pacayal, de la Misión Altos de Chiapas. Como miembro laico se ha involucrado en la predicación del evangelio y actualmente está instruyendo un grupo de creyentes pentecosteses que ya empiezan a guardar el sábado. Pero Carlos también apoya a los jóvenes de su iglesia local. Su trayectoria de involucramiento le hizo solicitar ser admitido como voluntario para ayudar en las necesidades del camporee.

“Estoy aquí para dar gloria a Dios”, dice contento Carlos, quien . “He luchado por estar acá, trabajé mucho para reunir el dinero para la inscripción, y aquí estoy, gracias a Dios”, concluye Carlos.

Junto con Carlos Roblero, otros 848 voluntarios de México y otros países del territorio de la División Interamericana respondieron a la convocatoria para venir a ayudar. “Tenían que ser guías mayores investidos, llenar un formulario, y obtener las firmas de su pastor o anciano local y del director de jóvenes de su asociación”, explica Ursula Sors, asistente del director de Ministerios Juveniles de la Unión del Sur de México.

Las motivaciones para colaborar en el grupo de voluntarios son variadas. Algunos vienen al camporee porque ya tienen un historial de participación en eventos locales y de su asociación o unión. Así sucedió con Eliseo Sánchez, Benjamín Salgado y Kepler Vela, de la Iglesia Adventista Santana, en el Estado de México, Unión Central, quienes desde niños han estado en los clubes juveniles. “Eso desarrolló un espíritu de servicio que ya traemos, y nos gusta venir a ayudar”, dijo Eliseo.

En este mismo sentido, algunos miembros de la iglesia ya son conocidos como entusiastas participantes de los eventos juveniles y sus líderes los animaron a venir. Así sucedió con Julián Ríos, de Macuspana, Tabasco, en la Unión del Sur de México, a quien su tesorero de asociación le comunicó de la convocatoria y le impulsó a participar.

Lo mismo sucedió con Daniel Castillo, médico de Tuxpan, Veracruz, de la Unión Interoceánica, quien precisamente por su trayectoria de apoyo a las organizaciones juveniles adventistas fue invitado por el mismo Director de Ministerios Juveniles de la División Interamericana en una ocasión que se encontraron. “Ultimadamente, todo el crédito es de nuestros propios pastores, porque ellos nos formaron, ellos nos desarrollaron el gusto por servir y por estar en las actividades juveniles. Mis pastores fueron determinantes en mi formación espiritual y por eso estoy aquí”, comenta Castillo.

Por supuesto, venir también representa tanto una experiencia de campismo única como un atractivo social. Esmeralda Pacheco, de Ixtapaluca, Estado de México, así lo consideró. “He podido conocer mucha gente de otras partes, y eso es bonito. Estoy muy contenta ayudando en el camporee”, señaló Esmeralda.

Pero toda esta fuerza humana voluntaria requiere organización para su eficiente aprovechamiento, y eso ha sido un desafío. A fin de que el camporee estuviera en condiciones de recibir a los acampantes, “los voluntarios viajaron el sábado 16 de abril por la noche para llegar el domingo temprano a la ciudad deportiva”, dijo el Profesor Simeón Hernández, asistente del responsable de la comisión de coordinación de voluntarios. De inmediato, se les asignaron tareas como arreglar y habilitar baños, colocar los stands, y arreglar los gafetes y artículos que recibirían los acampantes en la inscripción. Otros trabajos son más bien para que los voluntarios ayuden a mantener el orden, y la seguridad a la entrada y salida del campamento.

Algunos voluntarios han tenido que hacer trabajo muy pesado. Con todo, para voluntarios como Luis Gómez y su esposa Amelia, de Cancún, Quintana Roo, su ánimo ha estado por arriba de las tareas realizadas. “Nuestro desafío sigue siendo la logística: cómo organizar a estos muchachos. El evento recién comienza y el tiempo nos dirá cuán bien lo hicimos”, remata el Profesor Hernández.

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