jueves, 7 de mayo de 2009

Regresamos a la normalidad






Gracias a Dios, poco a poco la normalidad se ha ido reestableciendo en nuestro país tras la ansiedad generalizada que se viviera días atrás ante la amenaza de la influenza humana. Nuestro gobierno ha girado nuevas pautas que inspiran más confianza para transitar y desempeñarse en la vida cotidiana, como la vuelta de los estudiantes de bachillerato y universidad a sus escuelas y la apertura de los negocios y servicios públicos. Todo esto como resultado de las medidas que el gobierno y la sociedad en general implementaron para detener una calamidad potencial.

Queremos agradecer a los líderes en los campos e instituciones por su apego a las instrucciones que les dimos la semana pasada respecto de las reuniones masivas, los cultos en la iglesia, las clases en las escuelas, la vigilancia en la higiene, y la búsqueda de Dios en oración ferviente. Gracias al Señor, ahora podemos reanudar todo como lo veníamos haciendo antes. Esto significa que podemos volver a adorar en nuestros templos y efectuar nuestras reuniones sin problemas. Desde luego, observando siempre los cuidados de salud que ya se nos recomendaron.

No podemos cantar victoria todavía, puesto que la posibilidad de la infección sigue en pie. Por lo tanto, les recordamos a los pastores y líderes de las iglesias, así como los directores de sus escuelas, para que,

1. Aseen los pisos y asientos de todos los recintos que se van a ocupar.

2. Laven cuidadosamente los baños, procurando colocar jabón, papel sanitario y desinfectante antibacterial para los usuarios.

3. Si van a preparar alimentos, se aseguren que han sido preparados con toda la higiene necesaria y las frutas y verduras fueron desinfectadas apropiadamente.

4. Insistan en instruir a los miembros de iglesia sobre cómo estornudar, qué síntomas vigilar y cómo proceder en caso de malestares.

Es también menester que nuestros hermanos recuerden que el Autor de la salud es Dios. El que nuestro país esté sano es un claro cumplimiento de la misericordia del Señor quien, ante la oración de fe, ha prometido sanar nuestra tierra si contritos nos humillamos (2 Crónicas 7:14).

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